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Los problemas de la vida real son complejos y poco estructurados. Generalmente, no tienen una solución única, comprometen a más de un área de conocimiento, tienen información incompleta, y sus objetivos son poco precisos. Su solución requiere la contribución de varias personas con experiencia en diferentes campos disciplinares o profesionales.
Con base en el modelo propuesto por Jeroen van Merriënboer (2005), las tareas de aprendizaje son experiencias auténticas globales basadas en problemas, situaciones o requerimientos de la vida real que implica la puesta en marcha de habilidades, actitudes y conocimientos. Estos problemas o situaciones de la vida real a los que se va a enfrentar el futuro egresado se pueden utilizar como base para el diseño de tareas/ proyectos de aprendizaje.
La competencia se desarrolla gradualmente, por lo que el acercamiento del estudiante a los problemas deberá ser a partir de problemas más sencillos y una vez que los ha dominado aumentar la dificultad. Una forma de graduar el aprendizaje es organizar las experiencias de aprendizaje en clases de tareas donde cada clase es más difícil que la anterior. Los estudiantes avanzarán en el dominio de una clase de tareas con el apoyo o andamiaje proporcionado por el maestro hasta que puedan resolver las tareas de la clase. El apoyo se proporciona al principio de la ejecución de tareas de un mismo nivel del aprendizaje y se retira paulatinamente con la finalidad de promover la autogestión en el estudiante y ayudarlo a ejecutar por sí mismo las tareas, enfrentar los retos y resolver los problemas planteados.
Cuando los estudiantes dominan una clase de tareas, se avanza a la siguiente. Es decir, en la planeación de la enseñanza se debe cuidar la gradualidad e interrelación entre las distintas tareas.
Los estudios de casos, el desarrollo de proyectos de intervención y la resolución de problemas son estrategias que pueden plantearse en niveles de dificultad y facilitar el desarrollo gradual de las competencias.
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